El día que predije el apocalipsis por una tostada (y la ciencia de por qué no me callo ni debajo del agua)
Fecha: Martes. O miércoles. La verdad es que mi cabeza vive en el próximo viernes, así que el calendario es irrelevante.
Querido Diario: Hoy ha ocurrido otra vez. Esa fracción de segundo. Ese instante microscópico en el que mi cerebro decide, sin consultarme, rodar las cinco temporadas completas de una serie dramática antes de que la otra persona haya terminado de decir «Buenos días».
Estaba en la cafetería, la de siempre. La chica nueva estaba intentando cambiar el rollo de papel de la máquina de tickets. Yo la miraba y, juro que no quería, pero mi cabeza ya había calculado el ángulo de inclinación, la presión necesaria en la pestaña de plástico y, lo peor de todo, el desenlace inevitable: se le iba a caer el rodillo, rodaría bajo la nevera, se agacharía, se golpearía la cabeza y tendríamos que llamar a una ambulancia.
—Cuidado con la pestaña —solté. Un susurro. Casi un acto reflejo.
Ella me miró, nerviosa. Clac. El rollo encajó perfectamente. Me dio el ticket y me sonrió como se le sonríe al loco del pueblo que habla con las palomas. «Gracias…», dijo, con ese tono que en realidad significa «por favor, vete y no vuelvas».
Salí de allí con el café ardiendo y la dignidad congelada. ¿Por qué demonios no puedo simplemente esperar a que las cosas pasen? ¿Por qué tengo que vivirlas antes de que ocurran?

La maldición del cohete sin frenos
Llevo toda la mañana dándole vueltas a esto mientras debería estar rellenando hojas de cálculo. La gente cree que tener «Alta Capacidad» es como tener un superordenador en la cabeza. Se imaginan a Sherlock Holmes deduciendo crímenes o a Tony Stark inventando elementos nuevos.
La realidad es mucho menos glamurosa. La realidad es que es como tener un cohete en el culo, pero sin volante y sin saber dónde está el freno de mano.
La neurociencia tiene un nombre para esto, y no es «genialidad». Es Codificación Predictiva. Según el principio de energía libre de Karl Friston, nuestros cerebros son máquinas diseñadas para minimizar la sorpresa. Todos los cerebros lo hacen. El de todo el mundo predice que si tocas el fuego, te quemas. No hace falta poner la mano en la llama para saberlo; la evolución ya hizo ese trabajo sucio por nosotros, quemando a unos cuantos antepasados para que nosotros tuviéramos el dato.
El problema es cuando tu procesador va demasiado rápido.
Mi cerebro, y sospecho que el tuyo si estás leyendo esto (aunque esto es un diario, nadie debería leerlo), no se conforma con predecir el fuego. Mi cerebro predice el fuego, la cicatriz, el coste del tratamiento de quemados y la discusión con el seguro médico, todo en el tiempo que tardo en encender una cerilla.
Es un cerebro bayesiano hiperactivado. Utiliza la probabilidad basada en experiencias previas para anticipar el futuro. Y lo hace tan rápido que el presente se vuelve aburrido. Es como ver una película que ya has visto cien veces, mientras tus amigos la ven por primera vez y gritan sorprendidos con cada giro de guion.
Tú ya sabías que el mayordomo era el asesino en el minuto cinco. Y te callas. O peor, lo dices y todos te odian por hacer spoiler.
La soledad del que leyó las instrucciones
Ahí está el dolor oculto que nadie te cuenta en los folletos de «niños superdotados». La soledad. No la soledad de no tener a nadie alrededor, sino la soledad de estar rodeado de gente que juega al juego de la vida ignorando las instrucciones que tú te has leído dos veces.
Es frustrante. Sientes que vives en un universo paralelo. Ves las raíces con las que se van a tropezar. Las iluminas con tu linterna mental. Les gritas: «¡Eh, hay una raíz!». Ellos te ignoran, se tropiezan, se caen, y luego te miran mal por haber tenido razón. O peor, esa vocecita interna, esa maldita voz sádica, te susurra: «Si eres tan listo, ¿por qué no conseguiste evitar que se cayeran?».
Es agotador. Es como intentar correr un maratón dentro de una cabina telefónica. Mucha energía cinética, cero desplazamiento.
El arte de aparcar (o cómo no volverse loco)
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos lobotomizamos? ¿Fingimos ser más lentos? (Spoiler: ya lo hacemos, se llama masking y agota más que correr una maratón).
He decidido que la clave no está en frenar el cohete. No puedo. Mi neurología es la que es; tengo más conexiones neuronales, más mielina, más autopistas de información. Pedirme que piense despacio es como pedirle a un guepardo que corra a la velocidad de una tortuga: biomecánicamente ineficiente y doloroso.
La clave está en la «Lentitud Estratégica» o, como me gusta llamarlo hoy: Aparcar el coche en doble fila.
Si mi cerebro quiere correr, que corra. Pero voy a elegir la pista. En lugar de usar esa potencia de cálculo para predecir si la cajera tirará el papel (algo incontrolable), voy a redirigirla hacia cosas que sí me llenen. Diseñar, escribir, resolver ese problema complejo del trabajo que nadie más quiere tocar.
Cuando enfoco esa velocidad en algo que me apasiona, la ansiedad se convierte en flow. El cohete encuentra una órbita.

Memento Mori: Se nos acaba el rollo de papel
Al final, me he terminado el café frío. He mirado a la chica de la barra, que seguía trabajando tranquila, ajena a mis dramas internos.
La vida es finita. Tengo un número limitado de latidos y un número limitado de pensamientos. Gastar mi ancho de banda mental en anticipar desastres que probablemente nunca ocurran (o que, si ocurren, no puedo evitar) es una estupidez económica. Es como gastar datos móviles viendo vídeos en 4K para solo escuchar el audio. Un desperdicio.
Hoy estás aquí, mañana estás en la UCI o criando malvas. No tengo tiempo para vivir el futuro antes de que llegue. Bastante tengo con intentar sobrevivir a este martes (¿o era miércoles?) sin hacerle spoiler a nadie más sobre su propia vida.
Voy a intentar disfrutar de la película, aunque ya me sepa el final. Al fin y al cabo, a veces los actores improvisan, y eso… eso ni siquiera Bayes puede predecirlo.
Para los curiosos:
📚 REFERENCIAS Y RECURSOS
- Friston, K. (2010). The free-energy principle: a unified brain theory? Nature Reviews Neuroscience. (Explica la base científica del cerebro como máquina de predicción para minimizar la sorpresa). Enlace al estudio
- Karpinski, R. I., et al. (2018). High intelligence: A risk factor for psychological and physiological overexcitabilities. Intelligence. (Valida la correlación entre alta inteligencia y una mayor excitabilidad o ansiedad). Enlace al estudio
- Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux. (Contexto sobre los sistemas de pensamiento rápido vs. lento y sesgos cognitivos). Enlace al libro




