Diario de una cebra

Enseña tus rayas

Relatos de una cebra en el siglo XXI. Experiencias compartidas de percibir la realidad en alta definición

Gracias por todo Rafa

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Comienzo con una confesión. Mi primera reacción fué la que creo que cualquiera que tenga cierto contacto con las altas capacidades habría tenido al leer el «articulo» publicado en cierto diario con apellido de provincia gallega. Esa reacción, manejada por el cerebro límbico, responsable de las emociones: la IRA. A estas alturas de mi vida, sé que la ira es mala consejera. He aprendido a contener con cierta soltura sus impulsos.

Una vez controlada, el resto de áreas del cerebro pueden ejercer su labor sin impedimentos. Entra entonces en juego la corteza prefrontal, responsable de las funciones ejecutivas. Y tomas conciencia de que la ristra de insultos y menciones a la progenitora de este personaje no conducen a nada.

Y llegas a la conclusión de que, en lugar de calificar grotescamente al joven aprendiz de escritor, debes agradecerle mucho. Gracias a su disentería verbal podemos poner cara a esos comportamientos a los que se enfrentan nuestros hijos a diario. Y nosotros, sus padres, de rebote, como responsables subsidiarios.

Rafael, o Rafa,  nacido el mismo año que yo, un par de meses antes. Ese es su nombre no diré más. Mi intuición me dice que la principal intención de su particular diarrea de palabras en un periódico gallego es conseguir visibilidad y tráfico. No sería lógico colaborar en esa tarea. Sin embargo es un ejemplo muy ilustrativo de ese tipo de personajes con los que, por suerte o por desgracia los que estamos relacionados con las Altas Capacidades, tenemos que lidiar casi a diario.

Podría ser profesor, orientador o, seguramente, el cuñado de alguien. Pero nuestro estimado Rafa es periodista. Especializado en deportes, concretamente en fútbol. Mi conocimiento de su existencia no ha sido en este área, ya que el fútbol no es una de mis campos de interés.

Parece que el fútbol ya se le ha quedado pequeño al bueno de Rafael y ha decidido, con el beneplácito de sus superiores editoriales, opinar de todo aquello que le parece opinable. Como base para ello, supongo que haga gala de su dilatada experiencia y un amplio dominio de todos los temas sobre los que opina. Un hombre del renacimiento, totalmente consciente de la existencia del efecto Dunning-Kruger y de que la ignorancia suele ser la madre del atrevimiento.

De no ser así, no contaría entre sus méritos con haber escrito un libro. Si señor, un libro, con sus tapas, su título y todo. Lo reconozco, no lo he leído. No me interesa el fútbol. Y también reconozco que lo he buscado en ese archivo de Internet que presume de tener casi 60 millones de libros preservados. El de Rafa aún no está entre los dos millones seiscientos mil libros en español. Tiempo al tiempo, puede que su nueva faceta de opinador profesional a tiempo parcial logre que por fin se reconozca su maravillosa pluma. No podemos obviar las palabras de Guardiola que prologan su obra:

“Esa mezcla de los autores que leías y la gente sensata que escuchabas, te ha convertido en lo que eres ahora mismo: un escritor”.

La verdad es que la frasecita da para un análisis específico, pero no es momento ni lugar. Solo diré que yo, escritor, considero al difunto Carlos Ruiz Zafón.

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A mucha gente le dicen eso y se viene arriba. Y eso ha hecho Rafa: venirse arriba. Lo cual tiene mucho más mérito cuando, al comienzo de su diarrea lingüística, se atribuye el honor de haber sido el último niño normal nacido en España, allá por septiembre de 1977. Mi primer agradecimiento para Rafa:

Muchas gracias Rafa. Gracias a tí por fin he podido comprender porque siempre me he sentido un bicho raro toda mi vida. Resulta que todos los que nacimos después de tí, no somos normales. Yo lo hice apenas mes y medio después. Así que ahora lo entiendo todo. Esa sensación mía de no encajar se debe solo y exclusivamente al capricho de mis progenitores de engendrarme 50 días después de que los tuyos tuvieran la feliz idea de hacer lo mismo contigo.

Una vez perfilado el sujeto, es hora de glosar su obra. Ya hemos dicho que su hábitat natural es el columnismo deportivo, con ese breve escarceo con la literatura, también deportiva. Esto son datos objetivos y verificables. Por aportar una pincelada de subjetividad diré que, en el caso que nos ocupa, el talento literario queda en un segundo plano ante la mayor virtud del sujeto: su perfecta alineación y alienación con la línea editorial de los medios en los que colabora. Siendo esta característica, sin duda, la que permite periódicamente que Rafa se explaye para deleite de sus lectores.

Y ahí está Rafa, con su demostrado talento y su capacidad para alinearse y alienarse con los dueños de los medios que sostienen su existencia, opinando de todo y de todos por necesidades del guión.

Hasta que, un día, sin saber de qué tema escribir, le vino a la cabeza alguna historia de su infancia. O quizás, se encontraba deslizando el pulgar sobre la pantalla del móvil. Recorría el puñado de noticias que el algoritmo había escogido para él. Y una atrajo su atención: la que hablaba de que los sindicatos pedían más medios para atender a los alumnos con necesidades educativas.

Ante tan justa y loable reivindicación, Rafa presionó sobre el titular para consumir el texto completo. Y, mientras su ira iba en aumento ante la injusta realidad que plasmaba el artículo, Rafa se encontró con algo que desató su cólera: los alumnos con Altas Capacidades eran considerados como de necesidades educativas especiales.

Y eso no se podía permitir. El último niño normal no podía tolerar que alguien tuviese la desfachatez de decir que los más listos tenían que ser ayudados. A quien se le ocurre. Lo que hay que hacer es frenarlos para que no hieran a sus compañeros normales y, por supuesto, a los menos dotados, pensó Rafa. Eso había que denunciarlo.

Así que Rafa agarró su portátil, encendió uno de esos cigarrillos que tantas veces los médicos le han indicado que abandone por su infarto de hace dos años y escribió en letras enormes y negrita:

GENIOS

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Y dejó que su ira y su enfado fueran empapando todas y cada una de las letras que juntaba. Seguro que no le costó mucho perfilar al protagonista Andresito. Ni tampoco juntar un puñado de clichés para ambientar su columna. Incluso puso en el foco a unos presuntos amigos suyos, imaginarios espero, para que el lector pudiera imaginarse sin dificultades lo que, para Rafa, somos los padres de niños con Altas Capacidades.

Y siguiendo los pasos de su ilustre paisano, el director del Faro de Vigo e inspirado en el dudoso humor del famoso Natcher, Rafa se propuso superar a ambos. Reunió todos los clichés que pudo. Los ordenó en su mente y los dispuso uno tras otro, ordenadamente para deleite de sus lectores y de los pagadores de su nómina.

Cada tecla que aporreaba le servía para expulsar una pizca de esa ira acumulada en tantos años de existencia normal. Quizá por eso lo extenso del artículo. Rafa necesitaba quedarse vacío.

Y así nos describió a Andresito, el engendro de pelo azabache y menos dientes de lo habitual, como él mismo denomina. Glorioso el instante en que compara al niño con el lobo de los tres cerditos, personaje malvado en la mente de todos nosotros. Por si sus lectores no lo tenían claro, era indispensable señalarlo: los niños con altas capacidaes son los malos del cuento que quieren acabar con la tranquila existencia de sus compañeros.

Y no contento con poner el foco en la sobremesa con sus supuestos amigos, imagino como describirá a sus enemigos, Rafa nos informa que una inmensa mayoría de sus conocidos se han apuntado a la moda de tener hijos con altas capacidades.

También nos aclara, por si acaso lo hemos olvidado, que los crios con altas capacidades, son niños conflictivos y disruptivos que lo mismo revientan el ventanal de la piscina que muerden la pantorrilla del conductor del autobús. Unos salvajes de manual por si a sus lectores no les ha quedado claro.

Y a partir de aquí, ebrio de dopamina por esa sensación de alivio al soltar tanta rabia acumulada, continua agolpando estereotipos. No sin antes recordarnos, una vez más, el mal carácter de Andresito al que no pocas veces asegura haber sorprendido “dándole de hostias a los peluches de su hermana”.

Y qué mejor final para ridiculizar al pobre Andresito que retratarlo, introduciéndose una aceituna por uno de sus orificios nasales.

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Pleno de satisfacción, se deja caer sobre el respaldo de la silla, enciende un nuevo cigarrillo y saborea las felicitaciones y vítores que recibirá de sus lectores y de sus pagadores. El objetivo está conseguido: vilipendiar a lo que el considera élite que, encima, de vez en cuando  “se disfrazan de gente normal para saber lo que la plebe opina de ellos

Si has llegado hasta aquí, te invito a una reflexión. Imagina por un momento que Rafa, no es un adulto, es un niño, compañero de clase de Andresito. Y que, por supuesto sin la elegancia que ha cultivado Rafa gracias a su experiencia vital y a sus dotes innatas de escritor,  somete a Andresito a estas vejaciones en el entorno escolar.

Lo normal del día a día: un niño insulta, agrede y ataca a otro niño y a su familia por el simple hecho de ser diferente. Esto habría provocado la apertura de expediente en base al protocolo de acoso escolar. 

Vamos a pensar que nuestro querido Rafa en ningún momento pretendía hacer apología del bullying desde su columna dominical. O que su corteza prefrontal no ha evaluado los riesgos de publicar esa columna. 

Vamos a creer también que el bueno de Natcher y el director de Faro de Vigo estuvieron en la misma situación en sus respectivos momentos de gloria. Decía un sabio que el hombre es bueno por naturaleza.

Y como va siendo hora de acabar y hemos hablado de periodistas y escritores me ha venido a la cabeza un párrafo de El juego del Angel de Carlos Ruiz Zafón, escritor de los de verdad. Se utiliza en una escena en la redacción de un periódico y lo pronuncia Don Pedro Vidal, una persona que anhela ser un gran escritor pero es consciente de que no reúne el talento necesario para ello.

En ella trata de animar al joven David Martín al que sus compañeros de redacción atacan porque los lectores leen más sus relatos que sus columnas de opinión. Y para tratar de que el joven David tome conciencia de la realidad que hay detrás de esos ataques sentencia al comienzo del capítulo dos:

La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá

No sé sí Zafón se encontrará en la lista de escritores que, según Guardiola, convirtieron a Rafa en lo que es. Yo, personalmente albergo mis dudas. Pero esa es mi opinión y, siendo justos, tiene el mismo valor que la de Rafa.

Termino como empecé, dando las gracias al bueno de Rafa por permitirnos poner cara, nombre y apellidos a esa, cada vez, menos inmensa mayoría que ataca por norma a las Altas Capacidades.

P.D: Las imágenes que ilustran este post han sido generadas pegando los fragmentos del artículo original en dos generadores de imágenes por Inteligencia Artificial. Los sesgos, clichés y estereotipos que han absorbido sobre las altas capacidades en su entrenamiento han quedado bien reflejados.

 

 

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